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1.10.20

Leyenda de la fuentecilla Agrilla .








“Cuenta la leyenda que en las noches de verano a las jóvenes que vivían en el Albaicín de Granada, les gustaba bajar a una fuente cercana que había al lado del río Darro.


Allí, mientras recogían agua, las muchachas se contaban sus sueños.


La fuente se encontraba en una preciosa gruta donde se reunían muchas mujeres. Era pacto sabido entre ellas, mantener este lugar ensecreto.


Una noche, una joven llamada Aisa se acercó a la fuente para beber y comentó:


-¡Qué bien! Hoy el agua también sale muy dulce, ¡sabe a miel! ¡Ayer llevé el cántaro lleno a casa y mi marido, después de la cena, se puso muy cariñoso conmigo!- dijo Aisa bailoteando en torno a la fuente mientras se llenaba su cántaro.


-¡Es curioso!- dijo otra de las bellas muchachas del grupo-. Cuando el agua está dulce, los hombres están contentos y muy cariñosos. Pero si el agua sale amarga… ¡mejor estar lejos de ellos! Se ponen muy nerviosos y se enfadan mucho.


Todo el grupo enmudeció de repente. Se miraban unas a otras dándose cuenta que era cierto lo que acababan de comentar sus dos amigas.


Después de unos minutos de un silencio bastante incómodo, la bella Aisa reflexionó en voz alta:


-¿Por qué cambiará de sabor el agua de repente? Unos días saledulce y otros, muy amarga. No lo entiendo, pero resulta muy curioso-. Dijo Aisa retirando su cántaro de agua dulce de la fuente.


Todo el grupo de mujeres estaba sentado alrededor del manantial. Ninguna pudo ver que, de repente, un búho se había posado en una de las rocas de la gruta y las estaba observando con mucha atención.


El animal, de pronto, se convirtió en una anciana muy desvalida. Su voz grave y algo ronca, las asustó:


-Estas aguas están encantadas- les dijo dirigiéndose a todas-. En esta gruta vive una doncella hechizada y convertida en hada que se llama Agrila. Una mujer que fue muy desdichada en su vida anterior. Tan tristes son los recuerdos que tiene que, aunque ahora vive en un lugar de la gruta donde puede disfrutar de muchos tesoros, se encuentra muy sola y suele llorar mucho. A veces, está contenta y otras, muy triste. Si el hada Agrila se siente feliz, el agua de la fuente es muy dulce. Cuando Agrila está triste y llora, sus lágrimas amargan el manantial-. Dijo la misteriosa anciana mojando su mano bajo la fuente.


-¿Y por qué los hombres reaccionan de tan diferente forma según sepa el agua?- preguntó a la anciana una de las muchachas más jóvenes del grupo.


- Un hombre fue el que la hizo sentir desdichada en su vida y la hizo llorar. También fue un hombre el que la hechizó. Aunque el hada Agrila muere de amor, no olvida que el hombre es el causante de su pena- dijo la anciana volviéndose de espaldas a todas ellas.- Si sus lágrimas amargan el manantial, los hombres que beben el agua, se sienten igual que ella, tristes e infelices.


Cuando la anciana terminó de decir esto, aprovechando el revuelo que se había creado entre todas las muchachas salió de la gruta. Sin que ninguna la viera se convirtió en búho de nuevo y desapareció volando.


Todas las jóvenes se dieron cuenta que este secreto las hacía muypoderosas y decidieron no hablar de ello más allá de esta gruta.


Pero algunas de las muchachas más jóvenes, aunque no se lo dijeron a los hombres, no pudieron mantener el secreto con sus mejoresamigas.


Y así, una tras otras, en pocos días, todas las jóvenes del Albaicín de Granada, conocieron el misterio de la fuente del hada Agrila.


Cuentan que, muchas eran las mujeres que acudían todos los días a la fuente de Agrila a recoger agua.


Y a los hombres, les comenzó a extrañar que se fueran tan lejos con sus cántaros en la cabeza, cuando en la misma ciudad, existían varios manantiales.


De alguna de las formas, las mujeres se estaban haciendo con elpoder de Granada y los hombres no sospechaban nada.


Si había alguna batalla cerca, las mujeres proporcionaban a loshombres el agua amarga. De esa forma, se sentían más nerviosos y violentos ante el combate.


Si existía tranquilidad y paz, les daban aguas dulces para que reinara la armonía y la felicidad.


Pero algunas de las mujeres comenzaron a utilizar este secreto solo para su propio provecho.


Acudían a la fuente del hada Agrila y recogían en cántarosdiferentes las aguas amargas, normales y muy dulces.


Si discutían con sus maridos les proporcionaban aguas amargaspara vengarse de ellos. Los hombres, entonces, se sentíanenfadados o tristes. Pero dependiendo de la cantidad que bebieran, la tristeza se convertía en depresión.


Algunas mujeres movidas por la venganza se extralimitaban dando a sus maridos este líquido que les provocaba tal desesperación que se negaban a salir de casa y les mantenía en la cama, somnolientos durante todo el día.


Tantos casos extraños se produjeron en la ciudad de Granada que un sabio comenzó a sospechar que algo estaba ocurriendo.


Este hombre ordenó a uno de sus soldados que se disfrazara demujer y acudiera a los sitios donde se solían reunir grupos de jóvenes para que intentara averiguar algo.


Acudió el soldado disfrazado a los mercados, jardines y fuentes sin obtener ninguna respuesta.


Selim, que así se llamaba el soldado, pensó que sería mejor seguirlas a la fuente donde acudían todos los días. Quizás allí, al estar alejadas de la ciudad y haber solo mujeres, podía enterarse de algo.


El soldado, disfrazado de muchacha, salió al atardecer hacia donde iba un grupo de jóvenes. Junto con ellas, llegó al anochecer a la fuente del hada Agrila.


Allí estaban recogiendo el agua muchas de las mujeres del Albaicínde Granada. Y ahí, pudo escuchar muchas de las conversacionesque le hicieron sentir náuseas e incluso miedo.


Selim tuvo que hacer un gran esfuerzo para no salir huyendo de allí.


Al día siguiente, el muchacho contó al sabio todo lo que había escuchado.


-¡Pero esto que cuentas es horrible, Selim! ¿Cómo ha podido ocurrir?- comentó el sabio muy nervioso-. ¡Hay que prohibir de inmediato que se pueda recoger más agua de esa fuente del hada Agrila! Si no es así, en unos días, las mujeres se habrán hecho con el poder deGranada. Coge a los mejores soldados etíopes y vete a la grutapara impedir que nadie más pueda coger agua de esa fuente. ¡Hazlo ya!- ordenó el sabio abriéndole la puerta de la sala e invitándole a salir de ella apresuradamente.


El soldado obedeció al sabio y formó un grupo de valientes hombres etíopes. Se dirigieron todos a la fuente del hada Agrila.


Cuando estaban a punto de llegar a la entrada de la gruta les salió al paso una anciana muy desvalida que comenzó a burlarse de ellos:


-¿De verdad creéis que vais a poder con el hada Agrila?- dijo la anciana interponiéndose en el camino de Selim.


-¿Quién es Agrila?- preguntó muy enfadado Selim bajando de su caballo.


-¡Agrila es el hada de esta gruta y su poder es inmenso! ¡No podréis con ella! ¡Iros de aquí si teméis por vuestras vidas!- amenazó la anciana.


A la orden de Selim, los soldados intentaron apresar a la anciana. Pero ante el asombro de todos, ésta se convirtió en búho y desapareció volando hacia el bosque.


Los soldados comenzaron a custodiar la gruta. A media noche, una dulce melodía que procedía del interior de la cueva hizo que loshombres se quedaran profundamente dormidos.


Entonces, el hada Agrila, salió de su cueva y, uno a uno, les cortó los cabellos. Cortaba, cantaba y reía, llevándose el pelo de cada uno al interior de la gruta.


Cuando comenzó a amanecer, los soldados se fueron despertando. Y empezaron a ver a los demás sin cabello en la cabeza. Se pusieron muy nerviosos ya que, además, se oían risas que procedían delinterior de la gruta.


Selim, muy disgustado por este hecho, ordenó a todos entrar para hacer presa a Agrila. Pero ninguno de sus hombres se atrevió a moverse del sitio.


-¡Cobardes!- gritaba Selim mientras entraba en solitario a la cueva-. Entrar conmigo, ¡es una orden!


Pero ninguno de los soldados etíopes fue capaz de seguir a su jefe que desapareció en su interior.


Y de pronto… ¡Silencio!


Ya no se escuchaban las risas del hada Agrila ni las órdenes de Selim.


Los soldados esperaron a su jefe durante varios días en la entrada de la gruta. Además, impidieron a todas las mujeres recoger agua de aquella fuente de Agrila que, reconocían, estaba hechizada.


Cansados de esperar, los soldados volvieron a Granada, sin importarles si alguna mujer volvía a recoger agua de la fuente.


Cuentan que aún hubo más desapariciones en la gruta del hadaAgrila. Nadie que se atrevió a entrar, regresó.


Así que, las muchachas de Albaicín, comenzaron a tener miedo y dejaron de acudir a la fuente.

Cuenta la leyenda que con la conquista de Granada gracias a losReyes Católicos, el hada Agrila desapareció de la gruta.


Fueron los propios cristianos quienes la expulsaron de allí. Se sintió tan desesperada y triste que por las lágrimas que derramó, las aguasde esta fuente fueron, para siempre, de sabor agridulce.


Agrila se retiró a un paraíso donde acuden todos los que buscan un poco de magia y de esperanza.


Pero, recordad que Agrila es muy vulnerable y necesita mucha tranquilidad. No la pidáis que cumpla vuestros deseos de inmediato pues lograréis que se ponga nerviosa y tarde mucho más.


Si llegáis a entrar en su paraíso, nunca volveréis a ser los mismos. Y no la enfadéis. Recordad que fueron los cristianos quienes la obligaron a marcharse de su gruta.”

5.10.17



Fernando Chueca Goitia, arquitecto y restaurador en el Palacio de Carlos V.

....un edificio antiguo, antes de proceder a su restauración, había que auscultarlo como a un enfermo. Sólo después podía aplicarse un tratamiento adecuado e individualizado al «paciente»....

Manifiesto de la Alhambra

El Manifiesto de la Alhambra es una recopilación elaborada por Fernando Chueca Goitia de los debates realizados en Granada durante los días 14 y 15 de octubre de 1952 tomando como base el valor moderno y contemporáneo de la Alhambra, como intento de texto programático de una arquitectura moderna española.

Tras la crisis nacional de 1936, no será hasta finales de los años cuarenta cuando institucionalmente se comience a valorar nuevamente la arquitectura moderna, quedando desprovista de todas aquellas connotaciones ideológicas que le fueron impuestas con anterioridad. Será en el marco de la V Asamblea Nacional de Arquitectos en 1949, donde se materialice tal hecho.

De esta forma, la década de los cincuenta se constituye como un periodo transitorio hacia la construcción masiva de los sesenta, el debate colectivo adquiere ciertonivel de ingenua, pero interesante pureza, y tendrá su papel en la consolidación de lenguaje moderno de la arquitectura española.

El Manifiesto de la Alhambra, se produce en el contexto de las Sesiones Criticas, organizadas desde la Revista Nacional de Arquitectura, cuando su director era el arquitecto Carlos de Miguel. La responsabilidad de suorganización periódica recae sobre los arquitectos Fernando Chueca, Miguel Fisac, Luis Moya y Carlos de Miguel.

Se realiza la primera reunión preparatoria con motivo de una visita al edificio de Tiro de Pichón, del arquitecto Fernando Moreno Barberá, en La Moraleja de Madrid, que animó a la consecución e implantación de las Sesiones Críticas de Arquitectura. La primera de estas, se celebra en el mes de octubre del año 1950, se realiza en una sala del Banco Urquijo de Madrid donde el arquitecto Luis Moya trató sobre el edificio de la ONU.

De todo aquello, resultó casi medio centenar de Sesiones Críticas de Arquitectura, cuyos resultados eran publicados en la Revista Nacional de Arquitectura. Habitualmente se realizaban en Madrid, pero ello no quitó que se organizaran algunas fuera de la capital del país. Así, ciudades como Granada, Sta. Cruz de Tenerife, Bilbao, Barcelona, Sevilla, Gijón y Valencia, se convierten en sedes de aquellas. El Manifiesto de la Alhambra surge como resultado de una de estas sesiones.

La reunión realizada en la ciudad de Granada, genera este manifiesto cuya redacción definitiva fue encargada a Fernando Chueca Goitia, quien resumió las ideas debatidas, dándoles forma literaria.

Para Carlos de Miguel, esta sesión tiene especial importancia por lo polémico de su resultado, al mismo tiempo que por el gran acierto de sus conclusiones. Se realizó en octubre de 1952. Un grupo de arquitectos se retiró durante tres días sins alir del recinto para "meditar sobre las bases de una nueva arquitectura española". Para Chueca su contenido será un debate sobre problemas de alcance "históricos-críticos" y básicamente estéticos. Con clara conciencia del momento de cambio en que viven, o más bien, que deben comenzar a vivir ,y el convencimiento en la necesidad de renovación de la arquitectura española, realizarán sus conclusiones.

El Manifiesto de la Alhambra no verá la luz hasta enero de 1953, y será firmado por los arquitectos participantes en lo Sesión crítica de Granada: Rafael Aburto, Pedro Bidagor, Francisco Cabrero, Eusebio Calonge, Fernando Chueca, José Antonio Domínguez Salazar, Rafael Fernández Huidobro, Miguel Fisac, Damián Galmes, Luis García Palencia, Fernando Lacasa, Emilio Larrodera, Manuel López Mateas, Ricardo Magdalena, Antonio Marsa, Carlos de Miguel, Francisco Moreno López, Juana Otañón, José Luis Picardo, Francisco Prieto Moreno, Francisco Robles, Mariano Rodríguez Avial, Manuel Romero y Secundino Zuazo.

La idea central que encierra la introducción del Manifiesto, es el convencimiento de que la arquitectura española ha estado fluctuando desde finales del siglo XIX, producto de una profunda crisis espiritual por la que ha pasado el Estado español desde el desmoronamiento de su imperio colonial en 1898. La arquitectura tradicionalista, realizada en la etapa de postguerra civil, corresponde a un ensayo realizado con anterioridad.

Los firmantes del manifiesto, reconocen que durante este período existe cierta coherencia formal en la arquitectura española, pero su implantación les resulta algo forzada. La razón principal de su coherencia se establece más allá del propio estilo, la razón material de los edificios es lo que confiere el carácter de los mismos.

La intención final es la existencia de una forma de hacer unitaria, pero esta forma no debe venir impuesta ni forzada, debe ser el convencimiento natural de los arquitectos españoles, el que desemboque en una escuela propia. Esta idea enlaza con los postulados defendidos desde la Dirección General de Arquitectura en la V Asamblea Nacional de Arquitectos Españoles.

Se trata de un ejercicio de realismo, de la asunción de un presente con significado diferente, el academicism oinstaurado está en crisis. Si bien pudo tener un valor representativo en los primeros momentos de posguerra, esa se ha perdido, y se hace incomprensible para los jóvenes arquitectos.

Insistiendo en la desorientación existente entre los arquitectos españoles, ahondando en la idea expresada durante la V Asamblea Nacional por el arquitecto italiano Gio Ponti, plantea la necesidad de abrir un camino en la arquitectura española que clarifique la ruta a los más jóvenes, para situarla en su lógico momento histórico, alejada de planteamientos tradicionalistas.

La ruptura con el tradicionalismo, no implicar la reconexión internacional, la cuestión del lugar, justificar la caracterización propia de la arquitectura española, combinando ser la expresión de una poca, con la representación de un lugar.

La Alhambra de Granada será el motor de las reflexiones que se produzcan en la Sesión Crítica. Servirá para ir desmenuzando los diferentes conceptos que tienen interés para el debate del grupo de arquitectos. La Alhambra reúne dos condiciones que la convierten en el referente adecuado para el debate.

Por una parte, es un objeto enraizado dentro de la cultura española, en su vertiente musulmana, por otra, la similitud conceptual de este tipo de arquitectura con la arquitectura moderna: módulo humano, plantas orgánicas, pureza y sinceridad de sus volúmenes, integración en el paisaje, uso económico y estricto de materiales, etc.

Así, se da respuesta a las dos cuestiones principales que se planteadas en la V Asamblea Nacional, en el camino de recuperación de la modernidad: caracterización nacional de la arquitectura y adecuación estética a los tiempos que se viven.

La similitud establecida entre la arquitectura de la Alhambra y la moderna, se desarrolla en tres cuestiones fundamentales: forma, construcción y decoración. El énfasis de la arquitectura moderna en el volumen, el espacio limitado por superficies planas, frente a la masa y el vacío entre ellas, de la arquitectura tradicional, constituyen los aspectos formales de relación.

La masa desaparece como factor estético, se sustituye por el volumen, los muros gruesos son substituidos por planos consecutivos; la ingravidez característica de la arquitectura moderna, es atribuida a la Alhambra de Granada.

De la misma forma, la organización libre y abierta de las plantas constituye otro aspecto de similitud entre ambas arquitecturas. La jerarquización formal de los diferentes elementos de la arquitectura, la concepción global como aspecto de interés, y la planificación, ven su respuesta en el ejemplo elegido.

De todo ello, se sacan conclusiones precisas para la renovación de la arquitectura española proyectando su alcance en el marco colectivo de la ciudad.

Se propugna la diversidad en las intervenciones urbanas, generadora de resultados diversos que enriquezcan el paisaje, como primer de los objetivos pretendidos. Pero, con la necesaria planificación urbana que matice la escala en función de los usos, diferenciando sectores representativos de la ciudad, de aquellos residenciales; abogando, en coherencia con el planteamiento inicial de diversidad, por una caracterización propia de cada sector.

La intención es conseguir la implantación de ambientes diferenciados y coherentes en sí mismo, sin por ello limitar el diseño de cada edificio.

Así surge, y se defiende, la idea del arquitecto especializado: en planeamiento urbano, oen realización de obras.

Este planteamiento, era contrario a la idea defendida desde el Estado del arquitecto total. La especialización de los arquitectos no aparece formalmente en los planes de estudio hasta el año 1957, pero en ningún momento constituirá una diferenciación competencial de los profesional es de la arquitectura.

En lo referente a los aspectos constructivos, lo primero es la necesidad de adecuación de los materiales al lugar donde se implanta la arquitectura, y su utilización racional.

Tal cuestión se resume en tres aspectos, el primero el correcto aparejo de los materiales; el segundo el conveniente dimensionado en lo que se refiere a su función y propia estructura interna; y en tercer lugar, el aprovechamiento de la expresividad formal de cada uno de los materiales.

De ello se concluye con que la razón es la presencia principal en la Alambra de Granada, el estilo queda subordinado a la misma. La naturaleza de los materiales, se presenta como elemento de expresividad formal: la forma sincera.

Esta fidelidad formal obliga, por razones obvias, a plantear el problema de la decoración. Para ellos, esta cuestión es ajena al concepto de racionalidad, es una reflexión entroncada con el análisis moderno del funcionalismo, dentro de la doble vertiente que define Edward de Zurko: racional y poética. Donde lo innecesario no es forzosamente afuncional, observando que aquello puede tener la finalidad de aumentar la utilidad práctica de un objeto, contribuyendo a las ideas y emociones necesarias para complementar la función prevista.

No obstante, para los firmantes del Manifiesto, la cuestión del ornato es resbaladiza, de múltiples interpretaciones, y prefieren optar por la abstención. Se defiende el valor artístico de la arquitectura moderna, a pesar de la ausencia de elementos decorativos, en contraposición a la concepción tradicionalista de las artes. Y esta viene justificada por el valor de la abstracción cuya importancia se resalta a través de la geometría.

El Manifiesto de la Alhambra centra sus reflexiones en las cuestiones estilísticas, en ningún caso pretende una ruptura, se trata de la adecuación formal de la arquitectura española desde la reflexión disciplinar, en el camino de recuperación de la modernidad.

La diversidad de planteamientos e ideologías de los firmantes del Manifiesto de Granada, sólo posibilitaba la redacción de un documento situado, sobretodo, en el plano de la abstracción, frente a la posibilidad de una actitud de mayor beligerancia hacia el tradicionalismo, defendido en la década anterior.

La elaboración del Manifiesto de la Alhambra, junto con otros acontecimientos de principios de la década de los cincuenta, hace pensar que las condiciones generales del país permitían el desarrollo de una arquitectura diferente.

Arquitectura que se mueve entre el recuerdo del GATEPAC (https://es.m.wikipedia.org/wiki/GATEPAC), y el referente internacional, todo ello, cargado de unas componentes regionales entendidas, por algunos grupos, como un aspecto diferencial propio de la arquitectura española.

Pero ese nacionalismo encontrará su equivalente en el desarrollo internacional de los regionalismos cuyo papel, en lo que cristalizar como crisis de la modernidad, ser trascendente.

La arquitectura española, de una forma inconsciente, se incorporó al proceso internacional que desembocó en la desaparición de los CIAM. Pero la pureza de algunas de las actuaciones y la inocencia de algunas de las reflexiones, hacen pensar, más en coincidencia temporal, que en objetivos precisos.

La característica principal de la arquitectura española de la década de los cincuenta, será el deseo de reimplantación de la modernidad.

Presentar a los arquitectos españoles de ese decenio, como un bloque crítico con la arquitectura moderna, serla atribuirles un protagonismo, que no se corresponde, ni con la realidad de susintenciones, ni con el resultado de sus intervenciones.

EL MANIFIESTO DE FERNANDO CHUECA GOITIA.ALGUNAS CONSIDERACIONES EN TORNO A LA AUTORÍADEL MANIFIESTO DE LA ALHAMBRA

http://xn--archivoespaoldearte-53b.revistas.csic.es/index.php/aea/article/viewFile/959/992

20.4.17


LA CASA DEL CARNERO

Erase que se era, lector amable, y va de cuento, una noche más oscura que clara, del mes de Noviembre del año de 1742.
Granada, como todas las ciudades de España por aquellos tiempos, tenía la costumbre de que sus moradores se recogiesen temprano, pues no existían, no sé si por desgracia ó por fortuna, casinos y teatros, y reuniones que acabasen con la madrugada. Se encontraban, como desde los primeros tiempos, casas de pecado, mancebías y garitos, que el mundo siempre fué mundo, y la especie humana frágil y maleante. Pero se evitaba el escándalo, las rondas y los alguaciles no sosegaban en su persecución, é ibamos viviendo, salvo alguno que otro garrotazo al re volver de una esquina, ó el nada apacible grito de “muerto soy” que resonaba en algún oscuro paraje; á el que siempre sucedía el no menos terrorífico de “favor á la justicia.”
Por eso, chocaba al vecindario que se oyese ruido en cualquiera vivienda después del toque de ánimas, y que el resplandor de una luz franquease las rendijas de las ventanas.
Y no era el reflejo de una luz, sino el de muchas más, el que se notaba salir de la gran reja de un antiguo edificio situado en la callejuela sombría que desemboca en la placeta de la Concepción. De vez en cuando reprimidos sollozos se escuchaban, y ese rumor que se produce por distintas conversaciones en voz baja.
Tratábase de un velatorio. Había fallecido el dueño de la casa, desgraciadamente sin confesión, motivado por un repentino accidente, y esto era el tema obligado de los diálogos, y sobre todo el de la filípica que el padre lector del cercano convento de la Victoria, enderezada á los oyentes, con su añadidura de diablos en perspectiva, y de necesidad de un fuerte exorcismo para que los malos desalojasen la habitación y el cuerpo del difunto.
Así es, que el miedo se había apoderado de los ánimos, especialmente de las mujeres, que ya se figuraban ir en andas con Lucifer, aunque algunas por tal de acompañarse con varón, dieran por bien empleado el sucedido.
-Consuélese usted, señora Marta, decía otra viuda añeja, á la de pocas horas antes. Nuestras oraciones lograrán el eterno descanso del alma de D. Restituto.
-Nunca se me quitará la pena de no haber visto entrar por estos humildes umbrales al Santo Viático para mi esposo. Cuánto me aflije Su Divina Majestad.
-Nuestros pecados, nuestros delitos, añadía el fraile, con voz extentórea. Ya se lo dije en distintas ocasiones á su cónyuge. Es necesario tener muy limpia la conciencia, porque la muerte llega sin avisar, y su cuello corto, y constitución apoplética daban seguro indicio. Pero ya impetraremos el perdón del Ser Supremo, con trescientas misas que se aplicarán por el eterno descanso de su alma.
-Las que fueren necesarias, P. Francisco, aunque tenga que vender los zarcillos de lazo que me regaló cuando la boda.
-Como sabe que el platero es su compadre y se los devolverá enseguida, por eso viene tan mística la de los lutos, murmuró la mujer de un alférez de los tercios al oído de otra militara, que se sonrió al escucharla.
-Pues si se murió por tener el cuello grueso, lo que es el buen Padre, no llega ni al amanecer, dijo una descarada mozuela por lo bajo á otra jóven muy linda que aparentaba llorar tapándose con el abanico.
-Si la mandadera dice que la causa de su enfermedad, fué beberse de un solo trago una botella de aguardiente de guindas que parecía una tinaja. ¡El pescuezo qué tiene que ver en estos entrecijos!. Pues á morrillo y á gordinflón, pocos habrá que le ganen al presente.
-Julianita, decía un caballerito como un espárrago á otra damisela sentada á su lado, deja caer el pañuelo y al recogerlo alargaré una carta.
-Jesús, no me atrevo, qué mamá está con cien ojos. Pero antes de la última palabra ya estaba el lienzo en el esterado.
-Niña, vente aquí orilla, le dijo la mamá que se había apercibido de la maniobra.
-Á buena hora mangas verdes, añadió para si, el abogado D. Lucas, que era muy visita de la casa.
Juliana se puso en pié para obedecer la órden, pero tuvo la desgracia de tropezar con las piernas de una señora que se había quedado dormida, cuyos ronquidos achacaban á sollozos, y rodó cuan larga era por los suelos.
La carcajada fué universal. En los duelos, mientras más serios y cariacontecidos están los concurrentes, el menor detalle basta para dar suelta á la hilaridad que estaba contenida.
Por fin, se restableció la calma, no sin que durasen un buen cuarto de hora los comentarios, amén de un par de pellizcos que la autora de sus días, propinó á la desgraciada.
El fraile levantó el campo rezando unas oraciones, cuando el chisporrotear de la cera en la vecina habitación avisó de que necesitaban despavilarse las velas.
Era costumbre antigua en los pésames recogerse en la sala principal, dejando al muerto en otra habitación cercana, con cuatro ú ocho luces, sin más compañía que el criado ó muchacho encargado de atizarlas. Este, que era un zagalón medio simple, se había dormido, y cuando le despertaron se levantó tan soliviantado que echó á rodar los candeleros, dando el más espantoso grito. Ni un rayo que hubiese caído en la tertulia, produjera más confusión ni mayor espanto. Ninguno encontraba la puerta para huir, en la creencia de que el difunto resucitaba, ó se lo llevaban los enemigos; todo eran gritos y ahora verdaderos sollozos, distinguiéndose la viuda que agarrrada del platero, tiritaba como un calenturiento. El fraile se había refugiado en la despensa, los novios en el comedor, y las militaras en la alcoba.
Por fin se restableció el órden después de nuevas carreras, fueron asomándose de puntillas á los umbrales del cuarto mortuorio, y así que se convencieron de que no daba acuerdo de su persona, se retiraron, no sin haberse sorbido antes sendas tazas de tila y de calaguala, que fueron de chocolate para el padre lector y el sexo barbudo, por aquello de que los duelos con pan son menos, cuando ya el lucero que avisa la hora de las migas á los pastores, asomaba en el firmamento, y causando algún escándalo en las rondas de pan y huevo, encontrar tan caracterizadas personas en las calles.

II.

Transcurrió una Noche-buena después de los sucesos referidos, y la Sra. Marta pasó á segundas nupcias con el artífice, yéndose á vivir á una tienda en la Alcaicería. ¿Qué motivara el repentino cambio de domicilio? Pues tuvo muy fácil explicación. El público, desde la noche del velatorio miraba con prevención aquella morada, en la creencia de que el espíritu del difunto andaba trasteando por los rincones. Aumentaban las habladurías las sirvientas, regañábales la dueña que se burlaba de semejantes preocupaciones, y que no temiendo en vida al esposo, era lógico no asustarse de él cuando muerto.
Pero una tarde, á las tres semanas de contraido el segundo matrimonio, á Marta le ocurrió entretenerse en regar las macetas colocadas en el patio. Bajó diligente, y de la carbonera entreabierta vió salir un precioso borrego con los cuernos de oro. Apenas daba crédito á sus ojos ante la presencia del animalillo, que después de ponérsele delante como interceptándole el camino, tomó carrera y le arrimó tan fuerte topetada en las nalgas que cayó á lo largo en los escalones. Desde aquel punto y hora no sosegó la viuda en cambiar de domicilio, pues aunque el platero hizo minucioso registro en todos los ángulos, no halló ni señales del lanudo duende, sino un cardenal, y no romano, en las carnes de su nueva cónyuge.
De público se atribuyó el suceso á venganza marital, afirmando muchas hembras, que el espectáculo de un esposo convertido en carnero no era ninguna obra nueva, ni materia para medidas tan radicales.
Sola se quedó la casa, hasta que adoptaron la receta de dedicarla para albergue de vecinos. Alquilaron hasta los últimos rincones; pero siempre en el aniversario ocurría que tenía los ánimos en espectación, y creciendo de pública voz y fama la pésima reputación del edificio.
Hace bastantes años, que un maestro barbero y sangrador, como se titulaba, de nombre Aguilar, habitaba en ella. No era el buen rapista de los asustadizos ni dengosos, antes bien, lo mismo asistía á ver una ejecución de seis ó siete malhechores, que á llevar un cirio en las procesiones de la parroquia. Aunque algunas veces me burlaba más de lo justo de su frac de color indefinible, y de su peluca de desiguales tintas, pues era el sujeto petimetre en el vestir, y amante de las hijas de Eva, no por eso dejábamos de compartir amigablemente, y escuchar yo con paciencia sus largas disertaciones sobre la valía de los tiempos antiguos, y de las excelencias de la Inquisición que quemaba, y del real Acuerdo, que mandaba engarrotar por docenas todos los domingos. Sabía mi afición á las leyendas, y á los cuentos maravillosos que acaecieran en lo que antes formaba la ciudad antigua, ó sea el Albaicín y sus comarcanos, y una mañana que nos encontramos solos, preguntándole sobre la certeza de los espantos que se achacaban á su vivienda, me dijo:
-Yo por mi parte soy como Santo Tomás, ver y creer; porque los ruidos que escucho á media noche tanto pueden ser de espíritus foletos, como de ratas hambrientas ó de gatos enamorados. Pero lo que sí puedo decirle es la relación siguiente, en que fue protagonista Claudia Jiménez, prima segunda de mi primera esposa.
“Era mi parienta mujer de un rastillador de cáñamo, tan enemigo de trabajar como de beberse un azumbre de vino de las caserías. Afirmaba que el no doblar la raspa consistía en que le dañaba el pecho el polvillo que levantaba la hilaza; y para cuyo remedio el sorbo era el único y exclusivo antídoto. Así es, que andaba la procesión de las ánimas por los estómagos, y la correa de sujetarse las pretinas, por todo el cuerpo de la desgraciada Claudia, cada vez que esta hablaba de su necesidad de jornales y del mantenimiento de la prole. Dios la había criado tan fecunda que diera á luz ocho hijos, con su correspondiente apéndice de gemelos. En una ocasión en que los golpes superaron al hambre, que es cuanto hay que decir, la mujer se hartó, y como era chata, y á las de poca nariz dicen que las tienta siete veces al día el diablo, sin duda se encomendará á la majestad caida, para salir de la triste situación en que se encontraba. No lo escuché nunca de sus labios, pero como se alborotó el cotarro con lo que allí acontecía, claro es, que Satanás tuvo que ser el principal actor de la comedia.
Si hay miedo es porque existe un tesoro, se dijo la mujer; pues en hallarlo consiste mi salvación. Desde entonces, á horas desusadas y aprovechando noches tormentosas y días de interminable lluvia, bajaba en la soledad al lavadero, que era una pieza lóbrega, oscura y triste y en más apartado rincón del edificio. Si en él llamo, como vulgarmente se dice, “al diablo con dos tejas” no pobré [sic] afirmarlo ni contradecirlo; material había de un colgadizo que se hundiera, y ella capaz de cualquier desaguisado con tal de satisfacer el apetito y cubrir la desnudez de sus vástagos.
Lo que contaba, era que en una ocasión que una fuerte tormenta descargaba por la Ciudad, por la parte del río Darro, al brillar un terrible relámpago, escuchó unos gritos indefinibles dentro de la pared donde estaban los cauchiles. Gozosa por esperar el desenlace del misterio, puso atento el oído, y hasta tres veces escuchó los mismos sones, el último más lejano y apagado. Iba á perder la esperanza, cuando notó en el suelo una cosa que se movía. Fijó la vista, y era un ovillo de hilo que rodaba vertiginosamente, sin descubrirse quién le daba tan fuerte impulso. Ánimosa ante un objeto tan poco temible, quiso sujetar la hebra, pero siempre se le iba de las manos. Por fin pudo coger el cabo, y desliándose la condujo á un oscuro sótano lindando á una destartalada cochera, donde de pronto brilló una luz, y á sus reflejos pudo descubrir el pacífico rumiante de los dorados cuernos, que lanzó un triste berrido, hundiéndose en el piso como por escotillón, sin que quedaran después señales visibles de ninguna clase de agujero.
Réfiere que ya asustada se encerró en su cuarto, y que siempre que bajaba al pilón, una luz se encendía sola, recorría las cuatro esquinas del lavadero y después se apagaba instantaneamente.
Lo cierto es, añadió Aguilar, que la parienta se mudó á poco, y algo más que la iluminación encontraría, porque los percales cubrieron sus miembros, y los de la prole, y hubo hasta capa de paño de Ohanes, para el consorte, amén de traje interior completo, como si lo hubiese equipado el arzobispo.”

III.

Tal es la tradición de la Casa del Carnero, en la callejuela así denominada. Si no os contentais con mi dicho y sois curiosos, subid una noche oscura el tercio empedrado de la cuesta de Santa Inés, torced á mano derecha, entrando en el sombrío trayecto. Al llegar á su comedio, descubrireis una gran puerta cochera ruinosa y desvencijada, que se abre á una plazoleta, á la que dá el tragaluz del edificio mencionado.
Si vuestro valor os lo permite, deteneos un poco apoyados contra las elevadas paredes del convento, y tal vez, como á mi ha sucedido, escucheis un lamentable grito, luego aparecerse un fuego fátuo, una lucecilla fosfórica que se enciende, que se apaga, que vuelve á iluminar, y que últimamente desaparece. Después, si las piernas siguen firmes, estiradlas en busca del átrio de la Concepción, donde yo me refugié para convencerme de si era sueño o realidad lo que me ocurría.
En cuanto al Carnero, no lo conozco, gracias al Señor; pero si medito que en todas épocas y circunstancias, la transformación de los maridos hasta en las leyendas, se hace desgraciadamente en animales de cuatro orejas.

Afán de Ribera, Antonio J. Tradiciones, leyendas y cuentos granadinos, Madrid: Tip. De los huérfanos, 1885

Cartela en la Puerta de las Pesas: “Esta plaza, y el matadero y carnicería y lavadero de este Albaicín se ha hecho de hacienda de Su Majestad, por orden de los señores de su Consejo, siendo uno de ellos el corregidor de ésta y general, el muy ilustre señor Arévalo de Suazo, comendador de Santiago, y el muy ilustre señor Tello González de Aguilar. Año de 1576'. Y quién era D. Francisco Arévalo de Suazo?? Del libro: "CURIOSIDADES HISTÓRICAS GRANADINAS" 1574.—Don Francisco Arévalo de Suaz o - Caballero Comendador de la Orden de Santiago.-Corregidor que fué de Málaga hasta el año de 1569, desde donde prestó buenos servicios a la Nación, cuando el levantamiento de los moriscos de las Alpujarras (según depusieron los mejores cronistas de aquella guerra). En el año 1574, desempeñaba el oficio de Corregidor de Granada, según se ve por la firma de un «Auto proveído por el señor Corregidor, sobre que los nombramientos de oficios no se puedan votar en Cabildo». (Documento conservado en el Legajo 930 del Archivo municipal). En 18 de Junio de 1575, aparece presidiendo un Cabildo, en el cual se dio acatamiento a una Real Provisión de S. M.; hay testimonio del mencionado Cabildo, inserto al pie de la aludida R. Provisión, en el folio 200 vuelto, del libro 3.° de Reales Cédulas, Provisiones, Privilegios, etc., de Ayuntamiento de Granada. En el legajo 930, del Archivo municipal de Granada, hay copia de una Real Cédula, que en 6 de Julio de 1576 dio S. M., para que Don Pedro Deza, Presidente de la Chancillería, recibiese el juramento al señor Arévalo de Suazo, Corregidor que había sido de Málaga, a quien tenía conferido el Corregimiento de Granada, el cual prestaría el juramento cuando se lo permitiesen las misiones que S. M. le tenía encomendadas.—El 25 de Agosto juró dicho señor. En la «Puerta Nueva», o Arco, denominado de las Pesas, sito en el Barrio del Albayzín, aparece fijada en la pared que mira a la Plaza Larga, una lápida de mármol, que dice: «Esta plaza y este matadero y carnicería y lavadero de este Albayzín, se hizo de la licencia de Su Majestad, y de orden de los ilustrisimos señores de su concejo, siendo Corregidor uno de ellos de esta ciudad y general de la costa el muy ilustre señor Arévalo de Suazo, Comendador de Santiago, y el muy ilustre señor Tello González de Águilar: Año 1576». Arévalo de Suazo, seguía siendo Corregidor de Granada en 10 de Diciembre de 1585; en Cabildo del mencionado día, acató una «Real Cédula de Su Majestad, dada en Zaragoza a 24 de Marzo de 1585, sobre cobranza de la limosma de la Bula de Cruzada>. (Archivo del Ayuntamiento de Granada, legajo 1173). El mencionado Corregidor debió morir a poco de cesar en el cargo, el año 1587, dejando a su muerte nebulosidades en las cuentas de administración; deduciéndose así de las severas, y terminantes órdenes dadas por S. M. en la Real Cédula por la cual nombró al 2° de los Corregidores que le sucedieron, disponiendo procediese contra los herederos, albaceas y oficiales del difunto Arévalo de Suazo ¡Los caballeros de este apellido fueron funestos para Granada, según podrá observar, (sesenta y un años después), el que estos datos leyese! En 1586, era Alcalde mayor el Licenciado Miranda. Que maravilla como está la Puerta de las Pesas, me encantan las #pintadas, #basura y los #hippies que se "colocan" bien colocaicos a hacer como si tocarán la guitarra, el saxo o lo que se les ocurra además de pedir limosna, se ha convertido en un problema de higiene y social bastante importante en un espacio #BIC y #PatrimoniodelaHumanidad, las cámaras y una vigilancia por el barrio más emblemático de nuestra ciudad es imprescindible ya!!